En octubre, Colombia registró la tasa de desempleo más baja de lo que va de 2021. Se trata, a su vez, del pico más alto desde el cierre de 2020, cuando se reportó en el país un índice del 15,9 por ciento.
Las cifras, reveladas esta semana por el DANE, permiten entender el avance del proceso de reactivación en el escenario pospandemia –el cual, aún en medio de la incertidumbre provocada por la variante ómicron, avanza a buen ritmo y con visión de mediano plazo–, así como los retos más urgentes que tiene Colombia con miras a la estabilización de su panorama laboral.
Por supuesto, cuando se habla de cifras de desempleo y de mercado laboral se hace referencia al bienestar y el ingreso de millones de personas, pero también a elementos útiles para entender y direccionar las políticas orientadas a generar empleos formales, dignos y estables. Se trata, pues, de una conversación que abarca elementos tan importantes como el salario mínimo y el diseño de políticas sociales orientadas a cerrar brechas.
Así, los datos actuales sobre desempleo adquieren una relevancia adicional en medio de procesos como la negociación del salario mínimo para 2022 y la implementación de la nueva reforma tributaria, que fijó como su eje central la sostenibilidad de los programas sociales creados y fortalecidos como parte de la respuesta del Gobierno nacional a la emergencia provocada por el covid-19.
Como si esto fuera poco, el asunto adquiere aún mayor relevancia en el contexto de la campaña electoral a la que ya entró Colombia, que en 2022 elegirá nuevo Congreso y Presidente.
Vamos, pues, a los números. El DANE informó que en octubre la tasa de desempleo fue de 11,8 por ciento. Esto supone una reducción de casi 3 puntos porcentuales respecto a la cifra informada en octubre de 2020, cuando fue de 14,7 por ciento.
El mayor incremento en la cifra de personas ocupadas se presentó en la rama económica de “actividades profesionales, científicas, técnicas y de servicios administrativos”. Respecto a octubre del año pasado, el incremento fue de 212.000 personas. En contraste, la rama de “actividades artísticas, entretenimiento, recreación y otras actividades de servicios” registró una disminución de 54.000 personas.
También es posible analizar estos resultados sobre empleo desde una perspectiva de género. Entre los hombres la tasa de desempleo en octubre fue de 8,7 por ciento, mientras que para las mujeres fue de casi el doble –ubicándose en 15,9 por ciento–.
Por otra parte, las ciudades que registraron mayores tasas de desempleo fueron Quibdó (Chocó), con 20,3 por ciento; Ibagué (Tolima), 18,7; y Florencia (Caquetá), con 18,1.
A su vez, las ciudades con menores tasas de desempleo fueron Cartagena (9,1 por ciento); Barranquilla (9,6) y Bucaramanga (10,4).
Los hallazgos del DANE también evidencian cómo el desempleo afecta especialmente a la población joven (14 a 28 años). Durante el trimestre agosto-octubre, este se ubicó en 19,4 por ciento. A pesar de ello, conviene destacar que se trata de 4,1 puntos porcentuales de lo registrado durante el mismo periodo de 2020, cuando fue de 23,5.
Entre los jóvenes, la tasa de desocupación en hombres fue de 14,6 por ciento, mientras que para las mujeres se situó en 26 por ciento. En cuanto a las ciudades, Ibagué fue la ciudad con el índice más alto (31,6 por ciento), mientras que Bucaramanga registró la cifra más baja, correspondiente a 17,3 por ciento.
¿Y la informalidad? Durante el trimestre agosto-octubre la proporción de población ocupada de manera informal en las 13 ciudades y áreas metropolitanas analizadas por el DANE fue 46,8 por ciento. Al ampliar la observación a las 23 ciudades y áreas metropolitanas, la cifra se situó en 48,1 por ciento. En ambos casos las cifras reflejan un decrecimiento con respecto a lo observado en 2020. Se trató de 0,7 y 0,4 puntos porcentuales, respectivamente.
La tasa de desempleo viene descendiendo. Si bien no se trata de un proceso orgánico –es decir: las plazas de trabajo no surgen por generación espontánea–, esta recuperación que reflejan los índices es, en alguna medida, consecuencia de una suerte de efecto rebote que también se observará en el crecimiento del PIB.
La pregunta de fondo es cómo garantizar que la lucha contra el desempleo vaya más allá de un regreso al escenario previo a la pandemia (algo que no es despreciable), y pueda conducir al país de nuevo a escenarios de desempleo de un solo dígito.
La discusión sobre el salario mínimo –es decir, no solo cuál será su monto en 2022, sino sobre cuáles son los mejores mecanismos para su aplicación– tiene especial relevancia.
Por ejemplo, el proceso de concertación sobre el salario mínimo debería también abordar la renta básica garantizada –en particular, cuál sería el monto que el Estado podría financiar, de modo que las necesidades de las personas no fueran cubiertas solo por el salario mínimo–.
Una discusión en este sentido se relaciona con la introducción de condiciones que faciliten la creación de nuevos puestos de trabajo.
En este sentido, 2022 permitirá dimensionar el impacto que en términos de lucha contra la pobreza, capacidad adquisitiva y empleo tuvieron las medidas contenidas en la nueva reforma tributaria. Será también un escenario propicio para escuchar las propuestas que sobre empleo tengan los partidos que buscarán curules en el Congreso y los candidatos que disputarán la Presidencia de la República.
Como lo solemos reiterar en este espacio: aunque se presentan como fríos números, estos datos sobre empleo, entre otros, reflejan la cotidianidad de millones de personas en el país. Esa certeza debe movilizar los esfuerzos y el sentido de urgencia para los gobernantes, diseñadores de política pública y quienes estudiamos este tipo de problemáticas.
El debate sobre el salario mínimo –no sólo cuánto será en 2022, sino también cuáles son los mejores mecanismos para implementarlo– es muy importante. doodle games