¿Colombia necesita una nueva reforma tributaria? Esa pregunta quedó atrás hace rato. La pregunta que debemos responder es cuál es la reforma tributaria necesaria para hacer frente al creciente nivel de déficit y garantizar liquidez en las cuentas públicas.
Si sectores del Gobierno nacional, algunos partidos y candidatos presidenciales, y gremios y analistas le sacan el cuerpo al asunto, es porque no le están diciendo toda la verdad a la ciudadanía. En el primer caso, para sacar más en limpio el legado de una administración a la que le quedan pocos meses. En el segundo, para no perder votos diciéndole a la gente la verdad de lo que tendrán que hacer. Y, en el último, para esperar el resultado de las elecciones y ahí sí tomar una posición.
La nueva reforma es necesaria para garantizar que el Estado colombiano tenga caja y pueda, por ejemplo, seguir financiando los programas de transferencias monetarias que cubren a cerca de 10 millones de hogares. Estos programas podrían, incluso, convertirse en iniciativas aun más ambiciosas en términos de la población que cubren y de los montos que entregan, dependiendo de quién gane las elecciones presidenciales.
¿Cuál es, entonces la tributaria necesaria? Esa es la pregunta que, conscientes de la necesidad de la discusión, venimos abordando desde el Observatorio Fiscal de la Pontificia Universidad Javeriana junto a la Friedrich-Ebert-Stiftung en Colombia (Fescol) y Cifras y Conceptos.
El sistema tributario colombiano se sustenta en tres principios: equidad, eficiencia y progresividad. Esto implica que los impuestos gravarán de igual forma a quienes tienen la misma capacidad de pago, y en mayor proporción a quienes cuentan con una mayor capacidad contributiva. ¿Quiénes tienen más, van a pagar más en función de sus ingresos? ¿En dónde deben ponerse los nuevos énfasis en materia de recaudo tributario?
Las personas que ganan más, deben pagar más respecto a quienes tienen menos ingresos. Suena obvio, pero actualmente no ocurre de forma tan obvia a la luz de nuestro esquema tributario. ¿Habrá, entonces cambios que garanticen que, a medida que crece la capacidad económica, la riqueza o en ingreso, se pague más en impuestos?
En el Observatorio Fiscal venimos analizando las diferentes propuestas de los candidatos presidenciales en materia fiscal y tributaria. Aunque todavía hay quienes dicen que no harían una reforma tributaria, la mayoría reconoce el carácter inaplazable de una iniciativa en ese sentido.
Sin embargo, faltan todavía explicaciones sobre aspectos centrales de las reformas que implementarían, como las fuentes de financiación, los niveles esperados de recaudo y los datos en los que basan las estimaciones respecto a los montos que se espera alcanzar, y al impacto que la iniciativa misma tendría en determinados grupos poblacionales.
En medio de este debate es imposible no preguntarse por qué –sobre todo en el contexto de la carrera electoral por la Presidencia de la República– no se habla con la debida franqueza y frecuencia sobre la próxima reforma tributaria. La búsqueda por no perder votos, como señalamos al inicio, pareciera ser la primera explicación.
No obstante, habiendo ya observado el tono de los debates y de las confrontaciones entre los aspirantes a la jefatura de Estado, parece haber también cierto interés por mantener la conversación electoral en un plano temático que plantee la discusión en términos de opuestos absolutos, y no de posturas que podrían complementarse –o, al menos, sentarse a dialogar, como necesariamente ocurrirá una vez pasen las elecciones–.
El asunto de fondo es que, mientras algunos candidatos y fuerzas políticas quieren plantear una discusión electoral en clave ideológica, la ciudadanía está pidiendo una política que comience a velar por sus intereses y brinde soluciones a la compleja situación que presenta el día a día.
Parte de las élites políticas, los intelectuales, los analistas, los empresarios y los tecnócratas parecen no haber terminado de procesar el hecho de que un sector cada vez más significativo de la ciudadanía se está apartando de la visión del país que han planteado tradicionalmente.
La brecha entre la forma en la que el poder concibe al país –y con este su liderazgo político, sus relaciones de poder y, por supuesto, su rumbo económico– y la manera en la que lo viven millones de personas, plantea el riesgo de convertirse en un obstáculo insalvable.
Hay, entonces, que dar la discusión. Todos. La tributaria es necesaria. Y la tributaria necesaria será la que nazca de la necesidad de muchos, y no de la conveniencia de pocos.
Nosotros seguiremos analizando las propuestas fiscales y tributarias de los candidatos presidenciales, y presentando nuestras iniciativas al respecto.
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