La nueva reforma tributaria es una realidad. A diferencia de lo sucedido con las reformas de 2018 y 2019, y con el proyecto retirado en abril de este año –el cual se convirtió en la génesis de las movilizaciones ciudadanas en el marco del paro nacional–, en esta ocasión el trámite de la iniciativa en el Congreso no tuvo tanta repercusión en los medios de comunicación y no concentró la atención de la mayoría de la opinión pública. Esto se debió a dos razones: por un lado –y a diferencia del anterior proyecto– esta reforma cumplió la promesa de no tocar el bolsillo de las personas de a pie y, por otro, su discusión y aprobación se dio en un tiempo sumamente reducido.
Los invitamos a repasar a continuación estos dos elementos, y a conocer algunos aspectos generales de la nueva reforma tributaria –la tercera en lo que va del actual gobierno.
Los dos elementos que hemos mencionado como explicativos de la relativa poca atención que concentró esta nueva reforma tributaria están conectados.
Planteada con el objetivo de obtener un recaudo de 15,2 billones de pesos, esta iniciativa tuvo como eje central asegurar la financiación de programas como Ingreso Solidario y Apoyo al Empleo Formal (PAEF), creados como parte de la respuesta oficial a la crisis de la pandemia. Desde su presentación, el Gobierno nacional buscó hacer énfasis en que el recaudo adicional provendría, principalmente de aumentos de impuestos a las empresas –ampliamente beneficiadas con exenciones en las reformas tributarias de 2018 y 2019.
La reforma cumplió, pues, lo prometido por el presidente de la República y su ministro de Hacienda en el sentido de no tocar los impuestos al consumo –en especial el IVA– ni aumentar la carga tributaria de las personas naturales.
Entonces, la pregunta –directamente relacionada con el segundo punto– es: ¿por qué el afán? Una mirada a lo ocurrido esta semana justifica la pregunta. Dado que se radicó con mensaje de urgencia, el trámite de este proyecto se dio en tres –no en cuatro debates–: comisiones económicas conjuntas, plenaria de Senado y plenaria de Cámara de Representantes –estos últimos dos de forma simultánea.
El lunes a las 5 de la tarde se radicaron tres ponencias sobre el proyecto. Lo usual es que los congresistas tengan al menos una semana para estudiar esas propuestas de texto, de modo que puedan preparar alternativas de ajuste (que se reflejan en proposiciones) o incluso redactar ponencias alternativas. Sin embargo, el debate fue citado para el martes a las 9 de la mañana.
Katherine Miranda, congresista del Partido Alianza Verde, anunció el martes la decisión de las fuerzas de oposición de no participar en el debate del proyecto por considerar que este se estaba haciendo de “espaldas del país”, al poner “más de 300 páginas” a estudio de los legisladores en cuestión de pocas horas. “No hay discusión de país, solo obedecen al Gobierno”, afirmó, por su parte, Wilson Arias, senador del partido Polo Democrático.
Las preguntas en este sentido son justificadas. ¿Por qué se votaron en bloque –y en algunos casos sin discusión– parte de las proposiciones presentadas por la oposición? ¿A qué obedeció la decisión de ‘pupitrear’ parte del articulado? ¿Cuáles fueron las razones del afán por llevar a cabo la discusión –a pesar de los amplios consensos que se lograron en el primer debate y en la redacción del proyecto de ley?
Más allá de esto, la justificación para la naturaleza de la discusión plantea preguntas adicionales sobre cómo concibe el Congreso su papel como escenario de discusión democrática y espacio de representación de las posturas y demandas de las personas que votan. El presidente del Senado, por ejemplo, dijo que “el proyecto de reforma tributaria del gobierno estuvo muy bien socializado” y que este “se discutió ampliamente en distintos foros”.
Ciertamente, según lo anunciaron tanto el presidente de la República como el ministro de Hacienda, el proyecto de reforma tributaria llegó al Congreso respaldado por un sólido consenso, construido en espacios de diálogo. Esto es muy positivo. No obstante, ¿reemplazan dichos consensos el debate legislativo? ¿No le quita la discusión “amplia” en “distintos foros” peso específico a la tarea del poder Legislativo como espacio de representación ciudadana? Son ciertamente elementos sobre los que conviene reflexionar.
Pero vayamos ahora al fondo. ¿En qué quedó la reforma? ¿Cuál es su contenido? Hace una semana les contamos qué se aprobó en el primer debate, en las comisiones económicas de Senado y Cámara. A continuación, les contaremos algunos elementos claves del texto definitivo al que el Congreso le dio luz verde.
La reforma tributaria extenderá la vigencia de Ingreso Solidario hasta diciembre de 2022, y se espera que beneficie a 4,1 millones de familias. Por su parte el programa de subsidio a la nómina irá hasta finales de este año, cubriendo a 60.000 micro y pequeñas empresas. Adicionalmente, el programa de matrícula cero para estudiantes universitarios de estratos 1, 2 y 3, cobijará a 695 mil jóvenes.
La norma también introduce un enfoque de género en las políticas en marcha. Iniciativas como Ingreso Solidario y subsidio a la nómina –e, incluso, la conformación del comité autónomo de la Regla Fiscal– incluirán medidas para otorgar beneficios puntuales a mujeres.
Se estableció también que las empresas que demuestren afectación en su actividad por cuenta de bloqueos de vías recibirán un aporte estatal para el pago de obligaciones laborales de mayo y junio de 2021.
Uno de los aspectos más criticados del articulado tiene que ver con la ausencia de criterios diferenciados en el impuesto de renta que deben pagar las empresas. Ciertamente, los gremios empresariales se comprometieron a pagar más impuestos –lo cual se vio reflejado en el texto definitivo–. No obstante, el incremento será igual tanto para grandes empresas como para micro, pequeñas y medianas empresas.
Ciertamente se trata de una disposición polémica, puesto que, si el objetivo es respaldar el crecimiento económico en la etapa pospandemia, poner cargas impositivas adicionales sobre empresas de menor tamaño no parece ser la idea más adecuada.
Por lo pronto, seguimos estudiando el articulado definitivo de la nueva reforma tributaria y en breve les compartiremos una mirada más profunda. Pasada esta primera mirada, conviene reiterarlo: esta reforma, además de progresiva, es necesaria para las cuentas públicas del país. Conviene, eso sí, preguntarse de nuevo: ¿por qué hubo tanto afán para tramitarla y sacarla del Congreso?
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