A veces los árboles no dejan ver el bosque. La polarización política se está agudizando nuevamente en el país y, a cinco semanas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, la tensión no da señales de ceder. Todo lo contrario.
Colombia se enfrenta a un serio peligro a nivel institucional: que las elecciones dejen heridas tan profundas que sea imposible construir consensos en el mediano plazo. La posibilidad es aún más preocupante si se tienen en cuenta factores como el mapa político que refleja el nuevo Congreso y el clima de tensión social que se ha evidenciado en el país en los últimos años.
Sin importar quién llegue a la Presidencia, ganar las elecciones habrá sido la parte fácil. Lo realmente difícil –de nuevo, quienquiera que gane– vendrá después.
Gobernar en democracia requiere, entre muchas otras cosas, construir mayorías sólidas en el Congreso, convivir con fuerzas de oposición, y dialogar con diversos actores sociales.
A juzgar por el panorama actual, esas tareas serán complejas en los tiempos por venir. Basta con darle un vistazo a la agenda informativa de estos días: tensiones internas en las campañas, reseñas sobre incómodas relaciones del pasado, antiguas ejecutorias sobre las que se vuelve a hablar, señalamientos ante la justicia y, como lo apunta este editorial del diario El Espectador, violaciones de la Constitución.
Poco se está debatiendo sobre las propuestas, y poco se está hablando sobre análisis detallados de los planteamientos de los candidatos.
¿Debería el país simplemente resignarse a hacer un inventario de daños una vez pasen las elecciones? ¿Qué sentido tiene agudizar la espiral de tensión política que se está viviendo?
Estamos a tiempo de poner la campaña en el plano de las ideas, y de centrarnos en una discusión en la que primen las propuestas y no los señalamientos. Se trata, por supuesto, de un llamado a la competencia sana y con altura, pero sobre todo de un camino hacia la concertación pasadas ya las elecciones.
El frenesí reciente parece haber dejado de lado la evidente urgencia de sacar adelante iniciativas como una nueva reforma tributaria que permita financiar los programas sociales que hoy están en marcha, así como proyectos que toquen también aspectos pensionales y la creación de iniciativas como renta básica o nuevas transferencias monetarias (o nuevas versiones de las existentes) para poblaciones específicas, como adultos mayores o madres cabezas de familia.
Para hacer realidad esas reformas se necesitan no solo votos en el Congreso, sino espacios fuertes y suficientes de diálogo con actores sociales con capacidad de movilización ciudadana. En otras palabras, se necesita a los políticos –y con ellos a los empresarios, gremios, tecnócratas y opinadores–, pero también a la gente en la calle, porque, como lo ha mostrado la evidencia reciente, la voz de la ciudadanía pesa.
El actual sería un buen momento para los políticos –y también muchos ciudadanos– entiendan que la política no son solo las elecciones. La política se hace concertando, dialogando y alcanzando acuerdos para que las tensiones no sean la regla sino la excepción.
No hay que cruzar los puentes, pero no hay ninguna necesidad de quemarlos.
Un buen ejemplo de esto puede encontrarse en Estados Unidos, particularmente en la discusión en torno a su presupuesto para 2023.
Durante el último año, el mandatario promovió la idea de llevar la tasa impositiva sobre las ganancias de capital a casi el 40 por ciento para las personas que ganen más de un millón de dólares, con el objetivo de poner fin al esquema en el que los rendimientos de las inversiones tributan menos que los ingresos salariales –algo que también ocurre en Colombia–.
La idea de poner a tributar más (en función de sus ingresos a las personas más adineradas) parece estar tomando forma a partir de una suerte de ‘impuesto de renta para multimillonarios’, que cobraría 20 por ciento del patrimonio de las 700 más ricas de Estados Unidos.
Según lo señalado por el diario La República, esto “supondría un desembolso extra de US$50.000 millones para el fundador de Tesla, Elon Musk, y de unos US$35.000 millones para Jeff Bezos, fundador de Amazon, según los cálculos realizados por el economista de Berkeley Gabriel Zucman y recogidos por el diario estadounidense”.
“Un bombero y un maestro pagan más del doble de tasa impositiva que un multimillonario. Y eso no es justo”, dijo el presidente Biden para justificar su idea.
Traemos este caso a colación para poner de presente que, aun a pesar de las fuertes tensiones partidistas en Estados Unidos, la discusión puede darse en términos de la conveniencia del asunto para las finanzas del país, y no de un asunto netamente ideológico que pueda degenerar en una escalada de señalamientos.
Desescalar las tensiones, el lenguaje y los señalamientos en campaña plantea también para quienes aspiran a la Presidencia de la República el reto de hablar de propuestas y de temas difíciles. ¿Qué nuevas fuentes de financiación plantean para el Estado colombiano? ¿Cuál será el énfasis de la próxima reforma tributaria?
Es hora de hablar –de frente y sin peleas–. Ganar las elecciones será fácil. Lo fregado vendrá después.
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