A pesar de que ha sido descartada en varias ocasiones, y de que existen buenas razones y argumentos para demostrar su inconveniencia, la idea de cambiar el IVA se suele ventilar de vez en cuando en nuestro país.
La reforma tributaria de 2019, por ejemplo, le ordenó al Ministerio de Hacienda elaborar un informe técnico para establecer “los efectos que generaría la eliminación y sustitución del IVA por el Impuesto Nacional al Consumo con una tarifa del 8%”. La idea la promovió con especial fuerza el congresista Alejandro Carlos Chacón.
Más recientemente, la idea volvió a plantearse durante la campaña presidencial. Rodolfo Hernández, quien compitió en la segunda vuelta contra el presidente electo Gustavo Petro, propuso quitar el IVA del 19 por ciento que existe en la actualidad y reemplazarlo por un “IVA no descontable del 10%”, lo que en la práctica sería un impuesto sobre las ventas.
Cambiar el IVA del 19% por un impuesto a las ventas del 10% supondría un cambio estructural en las finanzas nacionales y un serio golpe al bolsillo de los colombianos. Como lo describen los análisis efectuados por el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana –consignados en el informe La reforma tributaria de Rodolfo Hernández–, un cambio de esta naturaleza tendría un impacto en los precios de los bienes y servicios que consumen los colombianos, equiparable al de subir el IVA actual del 19% al 24%.
¿Por qué volver sobre una idea que se planteó en el marco de una campaña electoral que ya finalizó? Porque el país tendrá que discutir una nueva reforma tributaria, la cual tendrá como ejes centrales atajar el creciente nivel de déficit y garantizar la financiación de programas sociales –los existentes y los que el presidente electo propuso en campaña–.
Conviene, entonces, estudiar las complejidades potenciales de un cambio estructural en el Impuesto al Valor Agregado.
El punto más importante es que una modificación como la que se ha planteado en el último tiempo no supondría disminuir el IVA del 19 al 10 por ciento, sino reemplazarlo por un impuesto a las ventas. La diferencia radica en que el IVA es un impuesto descontable, mientras que el impuesto al consumo no lo es.
En el sistema actual, cuando los productores realizan una venta reciben un IVA por ese producto pagado por los consumidores. Los productores no le pagan todo este recaudo al Gobierno nacional porque descuentan el IVA que ya pagaron en la adquisición de insumos para producir dicho bien. A lo largo de la cadena de producción, cada productor paga el IVA correspondiente al valor agregado que se incorpora en su proceso productivo. De esta forma, el tributo total que recibe la DIAN corresponde a la suma de los tributos pagados por cada etapa productiva.
Ya hemos señalado el impacto que tendría un cambio de esta naturaleza en el bolsillo de las personas. Vayamos ahora al detalle de algunos inconvenientes adicionales.
En primer lugar, aumentarían los precios de los bienes, especialmente de aquellos que tienen una cadena de producción larga. Además, se generaría una asimetría entre sectores económicos y productos. La razón es que no todos tienen la misma cadena de producción y, de esta forma, algunos productos se encarecerían más que otros.
Por otra parte, un cambio en este sentido estimularía la informalidad porque actualmente pagar el IVA en los insumos realmente no es un problema para los productores, ya que luego lo van a poder descontar de lo que pagan en impuestos.
El asunto no para ahí, pues también pondría los productos nacionales en desventaja frente a los importados que no se enfrentan a esta política.
Por último, se aumentaría el gravamen a bienes de la canasta familiar porque los bienes de su cadena productiva tendrían una mayor carga tributaria.
Sabemos que el asunto es complejo –lo es aún para quienes se dedican al estudio de temas económicos–. Por esta razón queremos presentarles a nuestros lectores un simulador de cómo cambiarían los precios de un buen con la implementación de la propuesta.
El simulador se puede descargar en este enlace. Allí se pueden modificar los valores agregados incorporados en tres ventas. El resto de las celdas está definido en el documento.
En el primer cuadro se exponen los valores agregados, el precio de los bienes en el sistema actual, el precio que tendrían en un escenario de modificación por el impuesto a las ventas, y su diferencia. Como es lógico, en la primera etapa de producción los precios del impuesto al consumo son más baratos, pero la relación se invierte en las siguientes etapas y se incrementa en la medida que se incorporan más etapas.
El segundo cuadro corresponde al sistema actual e incluye el valor inicial de los productos, el valor agregado, el precio sin IVA, el IVA de los insumos, el IVA del valor agregado, el IVA total, el precio con IVA, el IVA pagado en cada etapa, el IVA total pagado y la carga tributaria que representa este impuesto en el precio total de los productos.
El tercer cuadro corresponde a la propuesta del impuesto al consumo del 10 por ciento denominado “IVA no descontable” e incluye el valor inicial de los productos, el valor agregado, el valor sin tributación, el “IVA” pagado, el precio total, el “IVA” pagado en cada etapa productiva, el “IVA” total pagado y la carga tributaria que representa este impuesto en el precio total de los productos.
Tomando, por ejemplo, un bien en el que cada una de las cinco etapas vale $1.000 pesos, este pasaría de costar $5.950 a $6.716 –un incremento en el nivel de precios correspondiente al 13 por ciento–.
Ponemos este simulador a disposición de la ciudadanía para que haga sus propias simulaciones.
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