A partir del 8 de junio el país inició el camino hacia la reactivación total. Se trata, por supuesto, de una buena noticia con miras a la recuperación económica y la estabilización de amplias capas del sector comercial y productivo que se han visto afectadas durante los últimos 15 meses –con la mira puesta en las metas y proyecciones que se han fijado en materia macroeconómica–. Sin embargo, es también de un proceso complejo, dadas las condiciones actuales en materia social y sanitaria.
Miremos el escenario de las principales ciudades del país. En Bogotá todos los sectores pueden abrir sus puertas sin restricciones de horario. Velar por el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad quedará en manos de los gremios comerciales. Uno de los puntos a los que mayor atención se le prestará será a la regulación de los aforos; así, cada local deberá informarles a sus clientes cuál es el cupo máximo –uno de los temas a los que mayor atención le prestarán las autoridades.
La reactivación de la capital implica también el levantamiento de medidas como toque de queda, pico y cédula, y ley seca.
Inicialmente la medida de apertura total cubriría también a bares y gastrobares. No obstante, por cuenta del Decreto 580 de 2021, la posibilidad de dar luz verde a actividades y eventos con alto aforo de personas estará condicionada –además del cumplimiento de las medidas de bioseguridad– a que en la ciudad correspondiente la ocupación UCI esté por debajo del 85%.
Así, por ejemplo, si en una ciudad la ocupación de las unidades de cuidados intensivos está por debajo de ese porcentaje, podrá ingresar el 25% de espectadores a los estadios de fútbol.
Medellín también inició la reactivación . Al igual que en el caso de Bogotá, la capital antioqueña ha activado fondos e iniciativas para respaldar la recuperación del tejido empresarial y contempla la eliminación de todas las restricciones de movilidad que habían estado vigentes.
Por su parte, Barranquilla ha sido escogida por el Ministerio de Salud como escenario del plan piloto para este efecto. Hasta el momento, la alcaldía de la ciudad ya autorizó la realización de eventos masivos de carácter público y privado, acogiendo siempre las normas dispuestas por el Gobierno nacional. De hecho, el partido Colombia-Argentina, por las eliminatorias al Mundial de Catar 2022, el cual se jugó el martes 8 de junio, tuvo alrededor de 10 mil asistentes.
La reactivación de las ciudades colombianas es una buena noticia para todos –ciudadanos, administraciones locales, empresarios, gremios–. La recuperación del tejido empresarial y laboral debe ser la prioridad en este momento. También lo debe ser la recuperación de la capacidad adquisitiva de las personas y la generación de cada vez más incentivos para recuperar el dinamismo de la economía.
El proceso estará marcado por diversos retos. Conviene, sin embargo, destacar los dos principales. El primero es de carácter sanitario: las ciudades se están abriendo en momentos en que la pandemia entrega las cifras más altas en materia de muertes y contagios diarios.
A su vez, los índices de ocupación hospitalaria han llevado, en el caso de Bogotá, a que la Secretaría de Salud les pida a los ciudadanos “consultar servicios de urgencia solo en situaciones vitales” –un escenario sin precedentes en la ciudad.
Se inicia, pues, un proceso que pondrá a prueba no solo la responsabilidad individual, sino la capacidad de los empresarios, gremios y prestadores de servicios para regular la actividad económica y comercial, brindando garantías en materia sanitaria.
El segundo reto tiene que ver con el clima social que se vive en el país. Las movilizaciones ciudadanas –pacíficas en su inmensa mayoría– siguen dejando, además de denuncias sobre abusos por parte de las autoridades, una distancia cada vez mayor entre el Gobierno y la ciudadanía que pide que sus demandas sean atendidas.
Reactivación económica, desafíos sanitarios y clima social. Estos tres elementos tienen como trasfondo las expectativas en materia de crecimiento económico. La primera apunta al crecimiento, los segundos lo condicionan, y el tercero podría condicionar las cifras que se alcancen a final de año.
La recesión terminó y la economía ha vuelto a crecer, como lo acreditó el crecimiento registrado durante los primeros tres meses de 2021 –el cual correspondió a 1,1%–. A su vez, el Gobierno nacional mantiene su expectativa de que la economía crezca al menos un 5% durante este año.
Alcanzar esa meta va a necesitar más que uso de tapabocas y constante lavado de manos (de las personas, por supuesto).
Las respuestas institucionales deben estar a la altura del reto. Estas deben venir por tres vías. La primera consiste en la producción de decisiones concretas –planes estructurados, con visión de mediano y largo plazo– que impacten para bien la calidad de vida de las personas. Estas iniciativas deberán quedar planteadas y enrutadas en la propuesta de reforma tributaria que se prepara.
La segunda vía de respuesta también debe provenir desde las instituciones, pero ahora en formato de mensajes y señales que contribuyan a la generación de un clima de tranquilidad en medio de la tensión que domina actualmente al país. No hablamos de frases motivacionales o eslóganes. Nos referimos a la demostración de una verdadera capacidad institucional para dialogar, encontrar soluciones y, de esta forma, generar un ambiente propicio para la recuperación y la entrada de la sociedad en la ‘nueva normalidad’.
La última vía vendrá por cuenta del futuro. Esta se encuentra en manos de todos los actores involucrados en el diálogo político y el flujo de información. Hablamos de la campaña electoral que está próxima a iniciarse de manera formal. En este sentido, el reto consistirá en no permitir que ningún sector político instrumentalice la situación económica del país –condicionando sus avances o retrocesos en busca de votos–.
Veremos cómo avanza la reactivación. Son muchos los retos, pero la noticia es más que positiva.
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