La incertidumbre sobre el futuro –tanto inmediato como de mediano y largo plazo– ha sido una de las notas predominantes en medio de la pandemia del covid-19. Este elemento ha condicionado, por ejemplo, el diseño de políticas públicas y los flujos de gasto estatal. Pasado año y medio –pese a los profundos impactos económicos de la emergencia y de amenazas potenciales como la de la variante Delta–, a nivel internacional el mensaje desde los gobiernos e instituciones está marcado por el optimismo y la confianza en el futuro. ¿Cómo se ve este panorama desde Colombia?
Comencemos con algunos antecedentes. Una encuesta de la firma Ipsos, publicada en febrero pasado, dio cuenta de un aumento del optimismo en América Latina. Sin embargo, una mirada en profundidad evidencia que, a pesar de esta noción positiva, más de la mitad de los encuestados no creen que 2021 sea mejor que el año anterior. Parece replicarse el escenario en el que las personas sienten que les está yendo bien, mientras que a sus países les va mal –una tendencia que se ha profundizado en Colombia durante el último lustro.
Esta paradoja adquiere aún más relevancia si se le contrasta con previsiones como la que dan cuenta de unos “felices años 20” –una década marcada por el consumo y la búsqueda del placer individual como reacción al confinamiento y a las restricciones que han marcado la emergencia–.
El punto de partida de estas previsiones es la confianza de las personas –de los consumidores– en una realidad más alentadora que la que hemos vivido a lo largo de los últimos 16 meses. Al margen del debate sobre si las personas somos o no optimistas por naturaleza –un asunto que, por cierto, ha sido objeto de estudios científicos exhaustivos y que ha adquirido relevancia en el escenario actual–, el optimismo parece ser un elemento central.
Así que centrémonos nuevamente en Colombia para preguntarnos cómo estamos viendo la realidad actual y las cosas por venir.
Como lo hemos destacado en publicaciones anteriores, la encuesta Pulso Social –llevada a cabo por el Dane– es una herramienta muy valiosa para conocer cómo estamos sintiendo los colombianos el panorama actual. Llevada a cabo en 23 ciudades capitales de departamento y áreas metropolitanas, esta encuesta se hace con el apoyo técnico de Unicef y produce información sobre confianza del consumidor, bienestar subjetivo, redes de apoyo de los hogares, bienestar de los hogares en los que hay menores de edad, y los niveles de acceso a programas de apoyo.
La edición más reciente de Pulso Social corresponde a mayo de este año, y tiene hallazgos muy dicientes sobre el tema que venimos abordando.
Uno de los más relevantes es que el 56,4% de las personas jefes de hogar de las ciudades y áreas metropolitanas consultadas consideró que en mayo de 2021 la situación económica de su hogar fue peor en comparación con la vivida en el mismo mes del año pasado. Para el 28,7% la situación fue igual. De los encuestados, el 43,3% consideró que la situación económica de su hogar será igual en mayo de 2022, mientras el 20,3% estimó que será mejor.
Consultados sobre la situación económica del país en mayo de 2021, el 60,2% aseguró que esta fue peor respecto al mismo mes del año anterior. Llama la atención que el 40,1% previó que el panorama será peor dentro de un año, y el 26,5% estimó que será igual.
Este deterioro de la percepción de las personas frente a la situación económica del país y las evaluaciones pesimistas de cara al futuro tuvieron, para Juan Daniel Oviedo, director del Dane, tres elementos explicativos: “El contexto de mayo de 2021, altamente marcado por el tercer pico de la pandemia, el paro nacional y las limitaciones a la libre movilidad de mercancías en la geografía nacional, afectó significativamente el nivel de confianza de los consumidores urbanos”.
El panorama que configuran estas impresiones sobre la realidad de las personas encuestadas parece, sin embargo, tener explicaciones que van más allá de la coyuntura. Al respecto, la encuesta es ilustrativa sobre temas como el consumo de alimentos. El porcentaje de hogares que tienen la posibilidad de consumir tres comidas al día pasó de 70,2% a 63%. Las ciudades más afectadas por esta tendencia son Cartagena, Barranquilla y Sincelejo.
Los resultados de nuevas ediciones de Pulso Social permitirán entender con mayor detalle el impacto que en frentes como el consumo de alimentos tuvieron, por ejemplo, los bloqueos de vías en el marco del paro nacional. Igualmente, permitirán comenzar a dimensionar qué tan durables son las evaluaciones que sobre el panorama actual del país están haciendo las personas que viven en las ciudades y áreas encuestadas.
El debate sobre optimismo/pesimismo que señalábamos unos párrafos atrás adquiere relevancia en el contexto colombiano. En la medida en que no existan niveles alentadores de confianza sobre la situación económica y general del país, las acciones en el marco de la reactivación económica corren el riesgo de quedarse a medio camino.
Así, la pregunta de fondo es cómo recuperar y estimular la confianza de las personas en el presente y el futuro inmediato del país. Más que una evaluación subjetiva –y potencialmente cambiante de forma permanente–, la confianza es un motor muy importante para la economía y la sociedad.
En este sentido, la posibilidad de que Colombia se sume a los “felices años 20” depende no solo del incremento subjetivo del optimismo, sino de la introducción de acciones concretas para mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas. El optimismo, aunque variable, es, en buena medida, una respuesta a las condiciones del entorno. Ahí se encuentra uno de los más grandes retos a nivel institucional. Atender esas necesidades es, en buena medida, una forma de hacer frente a la incertidumbre que ha dominado el panorama recientemente.
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