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Jorge Pérez Pérez

¿Ajustes al salario mínimo? Una conversación incómoda pero necesaria

El salario mínimo es una de las herramientas más controversiales en economía –su impacto en el empleo, por ejemplo, sigue siendo ampliamente estudiado–. Se trata de un tema que evoluciona a la par de los procesos sociales y de la historia, como lo demuestra la coyuntura actual. La pandemia y su impacto, así como las proyecciones en materia de recuperación económica, han puesto el salario mínimo en el centro del debate público. Y es que, a pesar de ser un asunto de gran complejidad técnica, determina en gran medida las condiciones cotidianas y la calidad de vida de prácticamente todos los ciudadanos.

En este sentido, ¿qué nos indican los más recientes hallazgos académicos acerca del impacto del salario mínimo? ¿Qué propuestas podemos hacer en un escenario nacional que demanda medidas audaces para una recuperación rápida que beneficie a la mayor cantidad posible de personas? ¿Qué nos espera en el corto plazo?

Comencemos por una breve mirada a los hallazgos más recientes a nivel internacional. Al menos para Estados Unidos, un artículo reciente de Doruk Cengiz y coautores muestra que no hay evidencia de que existan efectos de aumentar el salario mínimo en el empleo. Existe, eso sí, evidencia de que hay un efecto en los ingresos. También hay cierta evidencia de que los empleadores tienen alto poder de negociación en el mercado laboral. En un escenario como ese, subir el salario mínimo puede ser favorable.

Estas estimaciones para Estados Unidos -un país con diferentes salarios mínimos por estado- comparan áreas que tienen salarios mínimos altos con áreas que tienen salarios mínimos bajos. Pero los cambios de salario mínimo a nivel local tienen efectos a nivel nacional. Subir el salario mínimo en Nueva York, por ejemplo, también tiene efectos en el mercado laboral de Nueva Jersey. Nuevas estimaciones que vienen evaluando los efectos del salario mínimo en el empleo teniendo en cuenta esta dimensión, conocida como derrames espaciales se están encontrando con efectos más negativos en el empleo. Un artículo publicado por Joan Monras, titulado Minimum Wages and Spatial Equilibrium: Theory and Evidence, encontró que en los estados en los que más sube el salario mínimo hay más migración hacia afuera; los trabajadores tienden a salirse de los estados en los que hay salarios mínimos más altos, y se dirigen a otros en los que es más fácil conseguir empleo.

Otra investigación de Brian Cadena, centrada en un grupo específico, encontró que los inmigrantes que llegan a EE.UU. se dirigen a los estados con los salarios mínimos más bajos, debido a que les cuesta encontrar trabajo en estados con salarios mínimos más altos. Dichos hallazgos están consignados en Recent Immigrants as Labor Market Arbitrageurs: Evidence from the Minimum Wage. En otras investigaciones de Weilong Zhang, y en una investigación propia, se encuentran efectos similares: los individuos prefieren buscar trabajo en lugares con salarios mínimos bajos.

Si se quiere analizar lo que ocurre en países en desarrollo, una visión basada en lo que ocurre en EE.UU. puede presentar limitaciones. Un elemento fundamental que se debe tener en cuenta en el caso de Latinoamérica –y de Colombia, por supuesto–, es la informalidad.

Según cifras del DANE para mayo de este año, la proporción de personas ocupadas informalmente en las 23 ciudades y áreas metropolitanas de Colombia fue 46,8 por ciento. Un gran porcentaje de esta fuerza laboral informal en nuestro país gana por debajo del salario mínimo. La informalidad laboral es importante, porque el efecto del salario mínimo va más allá de cambiar los ingresos del empleo: cambia también la participación de los trabajadores en los sectores formal e informal. Hay mucha evidencia que muestra que los salarios mínimos más altos tienden a incrementar la probabilidad de que un trabajador salga del sector formal hacia el informal. La teoría del mercado laboral predice que ponerle costos más altos al empleo formal hace que los empleadores formales dejen de contratar trabajadores formales.

En Minimum Wages and Informal Employment in Developing Countries, Giulia Lotti, Julian Messina y Luca Nunziata analizaron cuánto sube la probabilidad de estar en el mercado informal a medida que sube el salario mínimo, con datos de cerca de 50 países. Los hallazgos son muy interesantes: encontraron una relación bastante robusta entre salarios mínimos más altos e incrementos en la probabilidad de que los trabajadores estén en el sector informal.

Para el caso de Colombia también hay bastante evidencia. Camilo Mondragón Vélez, Ximena Peña y Daniel Wills encontraron que incrementos en los costos laborales no salariales –como la contribución a pensión y a salud– incrementan la probabilidad de que los trabajadores pasaran del sector formal al informal.

Recientemente publiqué una investigación sobre el salario mínimo y los salarios del sector informal en Colombia. Sus hallazgos están contenidos en The minimum wage in formal and informal sectors: Evidence from an inflation shock. Los salarios de los trabajadores, efectivamente, reaccionan al mínimo, tanto en el sector formal como en el informal. Esto es importante porque el salario mínimo parece jugar cierto papel de referencia. Así, las subidas del mínimo pueden afectar también al sector informal, a través de sus salarios y de sus posibilidades de empleo.

Teniendo en cuenta estos hallazgos y pensando en el diseño de una política de salario mínimo para Colombia en el contexto de la pandemia, ¿qué elementos deben traerse a discusión? Partamos de una base que, aunque impopular, es realista y a menudo mal entendida: el salario mínimo en Colombia es alto.

Expliquemos por qué: cuando uno toma los países de la OCDE y mira las razones del salario mínimo al salario mediano, Colombia tiene una de las más altas. Eso puede darse por dos causas: porque el salario mínimo es bajo o porque los salarios en general son bajos. Vale la pena preguntarse: ¿cuál debe ser el propósito de política? ¿Subir el salario mínimo, o subir los salarios y dejar quieto el mínimo para que por esta razón caiga? Se podría decir que el salario mínimo es muy alto respecto al salario mediano dado que los salarios son muy bajos. Sin embargo, el fenómeno de los salarios bajos no es exclusivo de Colombia, sino de Latinoamérica. En cambio, el salario mediano -alto como proporción al resto de los salarios- sí es un fenómeno particular de Colombia.

El salario mínimo en Colombia lleva más de dos décadas creciendo en términos reales. Año tras año, el salario mínimo se fija teniendo en cuenta la inflación del año anterior más un monto adicional negociado entre el gobierno, los empresarios y los trabajadores, usualmente para retribuir incrementos en productividad.

Es importante aclarar que el argumento no es que el salario mínimo sea malo por ser alto. Pero se debe considerar que la política de salario mínimo no es solo para quien ya lo gana y quiere que sus ingresos aumenten. Es también para quien no lo gana y quiere aumentar sus probabilidades de acceder a un empleo formal –que le permita ganar ese salario y las contribuciones y beneficios adicionales de la formalidad-. Una gran parte de la población no tiene acceso al empleo formal. Ampliar el acceso a la formalidad puede pasar por aumentos más pequeños del salario mínimo, o por una reforma de la política que determina sus cambios anuales.

Promover que los incrementos del salario mínimo sean más moderados no es una política en contra de mejorar los ingresos de las personas. Al contrario: si moderar los aumentos del salario mínimo hace que más gente pueda tener acceso a un empleo formal, eventualmente eso podría mejorar los ingresos de los hogares a largo plazo.

¿Cómo incide la pandemia en esta ecuación? Cierta evidencia demuestra que un salario mínimo alto puede ser problemático para fomentar un escenario de recuperación rápida. En The minimum wage and the Great Recession: Evidence of effects on the employment and income trajectories of low-skilled workers, Jeffrey Clemens y Michael Wither encontraron que, pasada la crisis de 2008-2009, se recuperaron más rápido los ingresos de los trabajadores en estados de EE.UU. con salarios mínimos bajos, pues encontraron empleo más rápidamente durante la recuperación. Se trata, valga decirlo, de un estudio hecho en un contexto de crisis económica parecido al actual. Por su parte, Arindrajit Dube, T. William Lester y Michael Reich describen en Minimum Wage Shocks, Employment Flows, and Labor Market Frictions que con salarios mínimos más altos se baja la rotación en el mercado laboral: se contrata menos gente y se despide menos gente. Esto último no es malo si un salario mínimo más alto lleva a mayor estabilidad laboral. Sin embargo, si los salarios mínimos son más altos, los empleadores lo piensan dos veces antes de contratar nuevos empleados; eso iría en contra de lo que se necesita actualmente en el país.

Es importante resaltar que una política de salario con visión prospectiva no es incompatible con garantizarles el ingreso a los hogares que más lo necesitan. El salario mínimo es una política que está alterando un precio del mercado laboral, mientras que propuestas como la renta básica universal o el ingreso básico garantizado –incluso programas como Ingreso Solidario, puesto en marcha por el Gobierno– son políticas más cercanas a la transferencia de una suma fija que no necesariamente están distorsionando un precio en el mercado.

¿Cómo debería, entonces, fijarse el salario mínimo en medio de la pandemia? Los hechos parecen apuntar a que la negociación para 2021 se dará en medio de la emergencia. Aún así, son varias las cosas que se pueden hacer. Bajar el salario mínimo no es viable. Tampoco es factible y, en últimas, no es esa la propuesta. Si se tiene en cuenta que el aumento anual se fija generalmente a partir de la inflación del año anterior más una prima adicional, para el próximo año se podría quitar esta última –con suerte, la productividad estará algo por debajo de la del año pasado–. De esta forma, que el salario mínimo no suba en términos reales para 2021 es un objetivo factible.

En este contexto han reflotado propuestas como la de establecer un salario mínimo diferenciado por regiones o por edades. Se trata de ideas con un propósito loable, pero que tienen efectos potenciales que no han sido estudiados con suficiente profundidad y detalle. Dos investigadores del Banco de la República –Luis Eduardo Arango-Thomas y Luz Adriana Flórez– presentaron hace un par de años una propuesta muy interesante contenida en su artículo Informalidad laboral y elementos para un salario mínimo diferencial por regiones en Colombia. Plantearon que el salario mínimo debía ser distinto entre las diferentes regiones de Colombia. Hay ciudades con una tasa de informalidad mucho más alta, y en donde un salario mínimo con los estándares de Bogotá no tiene sentido. La propuesta fue bastante criticada. Lo cierto es que ellos nunca propusieron bajar el salario mínimo, sino que este comenzara a crecer de manera diferenciada en las regiones, con crecimiento más lento en las regiones en las que hay mayor informalidad. Esta propuesta debe ser estudiada en mayor detalle, pues podría inducir migración entre las ciudades de Colombia.

El salario mínimo diferenciado por edades también tiene un objetivo positivo. Decir, por ejemplo, que los jóvenes, que no tienen tanta experiencia laboral, deberían tener un salario más bajo y facilitar así su inserción en el mercado laboral, parece tener sentido. Sin embargo, eso va a generar sustitución de trabajo; los trabajadores jóvenes se volverían más baratos, y se reduciría la demanda de trabajadores viejos. Otro elemento a tener en cuenta aquí es cómo el empleo de los jóvenes se impactaría en el mediano plazo por elementos como la automatización –y, a su vez, el impacto que a futuro tendría la no automatización de ciertos trabajos–.

A mediano plazo, el incremento en el salario mínimo plantea otro margen relevante para economías en desarrollo –especialmente en un escenario de pandemia–: el emprendimiento. ¿Cómo impactan los salarios altos la contratación de nuevos trabajadores? ¿Podrían los salarios altos evitar que se creen nuevas empresas? Durante la pandemia están desapareciendo empresas, y con ellas, plazas de empleo. Otras empresas entrarán a reemplazarlas para recuperar dichas plazas. Muchas de ellas no podrán permitirse contratar empleados si el salario mínimo supone una restricción. Beaudry y Green encuentran que a largo plazo, se crean menos empresas en lugares con salarios mínimos más altos en EE.UU.

Un salario mínimo excesivo no afecta solamente a los que lo ganan, sino a quienes esperan poder ganarlo: los desempleados y los empleados informales. No los olvidemos, y pensemos en sus probabilidades de empleo a la hora de fijar el salario mínimo de 2021.

* Jorge Pérez Pérez es investigador económico del Banco de México. Su investigación usa elementos de Economía Laboral y Urbana para estudiar el efecto de los salarios mínimos y de otras políticas públicas. Es Ph.D. en Economía de Brown University.

* Las opiniones consignadas en esta columna son exclusivamente del autor y no reflejan la posición del Banco de México.

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